En muchas ocasiones sentimos la necesidad de comer y comer, sin realmente tener apetito y sin capacidad para controlar nuestro impulso. No nos damos cuenta, pero las emociones juegan un papel muy importante en la forma de alimentarnos.
¿Cuantas películas hemos visto donde después de una ruptura emocional el/la protagonista aparece comiendo grandes cantidades de helado? Muchos de nosotros nos identificamos con esa reacción, ¿verdad?
Es una táctica muy habitual: suplimos nuestros desencuentros familiares o laborales, ante los que nos sentimos impotentes, con un buen atracón de aquello que más nos gusta. Tiene su lógica, el dulce suele ser lo elegido por que la glucosa es una poderosa fuente de energía, que genera hormonas de bienestar tan potentes como la serotonina o las endorfinas.
Comer para sentirnos mejor
Si no tenemos hambre ¿por qué comemos? En un mundo en el que imperan las prisas y la inmediatez, es importante hacer el ejercicio de la reflexión antes de satisfacer un impulso, sin más. El impulso que nos lleva a comer, cuando no es hambre, puede estar causado por estados anímicos tan diversos como el aburrimiento, la soledad o el estrés laboral. Debemos parar ante la nevera y preguntarnos ¿comiendo voy a solucionar el problema? La respuesta seguramente sea “no, pero me sentiré mejor” a lo cual es necesario razonar que ese sentimiento de placer va a ser muy breve y que después, inevitablemente nos entrará la culpa y además, no habremos solucionado el problema inicial que nos llevó al atracón. Lograr darnos la vuelta, abandonar la cocina y apaciguar ese impulso con otra distracción, nos hará sentirnos victoriosos. Ese logro no llenará de satisfacción de una forma mucho más duradera que lo que nos puede satisfacer un dulce, ¡compruébalo!
Lo primero que tenemos averiguar es el desencadenante de la ansiedad que nos lleva a comer sin control y pensar que nuestras carencias o insatisfacciones no se resolverán comiendo, sino afrontando las causas. No bastará con todo el chocolate de todo el mundo para calmar nuestro hambre interior. Además, comiendo de forma compulsiva, empeoramos la situación, ya que a nuestras inquietudes, añadimos la ansiedad por el miedo de engordar.
Cuando nos sentimos felices se dice que estamos «llenos de felicidad», esto es un reflejo de sentirnos satisfechos con lo que nos rodea. El desarrollo profesional, las relaciones, la espiritualidad y la actividad física, constituyen otra forma de nutrirnos, ya que las buenas emociones que nos generan cuando están en equilibrio todas estas áreas de nuestra vida, nos nutren interiormente y nos hacen sentir felices.
¿Qué podemos hacer para evitar los atracones? Os proponemos algunas técnicas que os pueden ayudar:
- Planificar con antelación las comidas, sentarse a comer y prestar atención a cada bocado. No engullas, deléitate de forma pausada.
- Haz ejercicio, pon música y baila o sal a caminar. El ejercicio físico genera endorfinas que te harán sentir más feliz.
- Llama a un amigo con el que hace tiempo que no contactas, servirá para distraerte y olvidar ese impulso.
- Aprende a controlar tu respiración. Una buena idea es empezar a practicar meditación o Yoga, os ayudará a conectar «cuerpo y mente».
- Llena la despensa con alimentos «aliados» como frutos secos y cambia las bebidas que puedan contener excitantes por infusiones con valeriana o melisa. Sobretodo beber mucha agua.
Consejo: Si a pesar de todo, seguimos con los impulsos y no conseguimos controlarlos, recurre a un profesional que te ayude a controlar las emociones y a implementar herramientas que te proporcionen equilibrio.