Todos, alguna vez, hemos incluido algún producto con la etiqueta «light» en nuestra dieta, con el propósito de mejorar nuestros hábitos. Solemos asociar lo light a una alimentación saludable o, por lo menos, más cuidada. De hecho, mucha gente puede pensar que esta clase de alimentos no engordan cuando, en realidad, no es así.
Pero, ¿qué es en realidad un producto light?
Según el acuerdo elaborado en 1990 por la Comisión Interministerial para la Ordenación
Alimentaria (CIOA), un producto light debe cumplir con los siguientes requisitos:
- Debe partir de un producto ya existente en el mercado. Por ejemplo, para que haya un refresco light, primero debe haber su equivalente que no sea light.
- Debe contener un 30% menos de calorías que el producto ya existente
- Debe estar correctamente etiquetado, señalando el porcentaje de reducción de calorías, el valor energético, así como nombrar al producto ya existente «no light».
¿Qué puede suceder si abuso de un producto light?
El abuso de esta clase de productos «bajos en calorías» puede entrañar desequilibrios nutricionales puesto que que la ingesta de grasas favorece la absorción de vitaminas y ácidos grasos, esenciales para el correcto funcionamiento de nuestro organismo y que el cuerpo, por sí mismo, no puede fabricar. Además, muchas veces, el consumo de estos alimentos va asociado a una restricción de hidratos de carbono, una de nuestras principales fuentes de energía. Todo ello, en conjunto, puede provocar desequilibrios, puesto que nuestro cuerpo buscará en sus reservas la energía que no le aportamos con la alimentación.
Erróneamente tiende a pensarse que, si un producto es light y su aporte energético menor, podemos consumir mayores cantidades. Es fundamental recordar que un alimento light no implica que carezca de grasas y azúcares, sino que el aporte de estas sustancias es menor, y muchas veces se sustituyen por edulcorantes, conservantes y otros aditivos, por lo que su consumo debe ser moderado.
¿Cuándo es razonable consumir light?
Puede ser de ayuda para personas que necesiten regular la ingesta de grasas o azúcares, ya que padecen hipercolesterolemia, hipertrigliceridemia, diabetes, sobrepeso u obesidad. Tanto en estos casos, como en el de personas que buscan llevar un estilo de vida sano, se recomienda llevar una alimentación equilibrada, practicar ejercicio y buscar el consejo de un profesional de la Nutrición si existen dudas. En muchas ocasiones, saber qué comer, cómo preparar los alimentos y qué opciones son las más adecuadas para nuestro organismo, reduce el aporte calórico y es mucho más efectivo que recurrir a lo light.
Quien consume light suele tener interés por la comida sana, y en concreto por los alimentos libres de azúcares o aceites. Si esta tendencia, que en principio no tiene nada de malo, se vive de forma desmesurada puede desencadenar en ansiedad por ejercer un control total sobre la composición nutricional de las comidas. Si realmente este comportamiento se convierte en excesivo hasta el punto de manifestar nerviosismo ante comidas no previstas y no controladas, angustia y/o cambios en nuestro estado de ánimo relacionados con la comida, podríamos encontrarnos ante la ortorexia, un trastorno psicológico cuya principal característica es la obsesión por comer alimentos saludables.
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